Fulgor, felicidad, jolgorio, tranquilidad…

Es lo que siento. Lo que siento al rasgar con mi púa de plástico las cuerdas recubiertas de cobre una y otra vez, pulsando con mi mano izquierda las cuerdas en su traste adecuado, deslizando mi mano suavemente por el mástil.

Una pasión que me fue transmitida de la persona más importante para mí. Una pasión que con pasión me fue llegada. Y es algo único sentir que rozas las nubes cada vez que tu guitarra suena al compás de cada movimiento que haces con la púa. Tantos sonidos que son miel para tus oídos… Por desgracia no todos han tenido la oportunidad de experimentar tal sensación como es la de disfrutar con música que tú mismo tocas. Y no veo ninguna excusa el que no se de bien la música. Pues todos, absolutamente todos, tenemos un músico escondido en nuestro interior. Es tímido, sólo eso.